La historia de cada superviviente es una fuente de fortaleza, esperanza y perspicacia. Tenemos el honor de compartir la historia de una valiente joven que sufrió un ictus que le cambió la vida. Su resistencia, determinación y sabiduría son un poderoso recordatorio de lo fuerte que puede ser el espíritu humano.
Cuéntenos su Historia…
«Estudié en Londres durante el semestre de primavera. Durante el semestre, viajé a diferentes países, asistí a clases y realicé unas prácticas de comunicación en relaciones públicas», explica. «Fue increíble y me abrió los ojos ver mundo, pero estaba agotada cada semana».
Después de un viaje a Suecia, empezó a sufrir intensos dolores de cabeza. «Durante todo el mes de marzo tuve dolores de cabeza punzantes y constantes», recuerda. Entonces, el 4 de abril, todo cambio.
«Me levanté y fui a mi primera clase y me di cuenta de que no podía usar las palabras para hacer frases. Podía escribir palabras a mi madre, pero las frases no tenían sentido».
Lo que siguió fue un viaje confuso y aterrador por múltiples clínicas de Londres. «Las enfermeras no sabían por qué tenía dolores de cabeza y no podía usar mis palabras. Al final fuimos a un hospital más grande y yo estaba muy cansada. En el tercer sitio me desmayé».
Más tarde se enteró de que había sufrido un ataque, un coágulo de sangre y un derrame cerebral, que le provocaron afasia, un trastorno de la comunicación que sigue superando con terapia y determinación.
Una Crisis Médica Lejos de Casa
Sus padres se trasladaron rápidamente de Wisconsin a Londres, donde le practicaron una craniectomía en el hospital. Permaneció 20 días en coma.
«Cuando me di cuenta de que estaba en el hospital, me sentí confusa al ver a mis padres a mi lado», cuenta. «Pensé que estaban de visita porque estaba en el hospital por un dolor de cabeza. No tenía noción del tiempo, del día ni de dónde estaba».
Aunque físicamente era capaz de andar y utilizar los brazos, se enfrentaba a muchas restricciones. «La independencia fue mi batalla más dura», reflexiona. «Por ejemplo, físicamente podía ducharme, pero una enfermera tenía que vigilarme para asegurarse de que no me caía. Quería dormir, pero las enfermeras me despertaban cada pocas horas».
Los problemas de comunicación aumentaron su frustración. «No sabía decir la palabra ‘manzana’. Mi primera palabra después del ictus fue ‘avena’. Quería avena y un paciente se la estaba comiendo. Le enseñé la caja a mi madre. Ella dijo ‘oh, avena’ y yo dije ‘sí, avena'».
Tras ser trasladada a otra clínica de Londres, finalmente regresó a casa el 3 de junio, volando de vuelta a Estados Unidos con una enfermera. En Estados Unidos se sometió a una craneoplastia, en la que los médicos le colocaron una placa en el cráneo. Después de las dos operaciones, llevó varias pelucas, bufandas y sombreros porque quería disfrazarse. Junto con el cambio físico de perder el pelo y el nuevo cerebro, empezó a darse cuenta de que su experiencia universitaria, y su vida, no seguirían el camino típico.
Además de la logopedia, asistió a una clase para ver cómo sería volver a estar en un aula y trabajó como anfitriona en un restaurante para mejorar su habla y relacionarse con la gente.
Encontrar la Fuerza en la Positividad y el Movimiento
Cuando le preguntamos qué consejo daría a otro superviviente de una apoplejía en proceso de recuperación, su respuesta fue sincera y sabia:

«Tu actitud es extremadamente importante porque es lo único que puedes controlar. Habrá mucha incertidumbre… Pero puedes controlar tu actitud. Mantener una actitud positiva y estar agradecido por lo que tienes puede ayudarte a reconocer que otros pueden estar enfrentándose a retos aún mayores. Recuerda, ¡has sobrevivido! Además, acepta el caos. No todo es normal, pero si puedes reconocerlo, podrás ser consciente de los cambios en tu vida».
«Hacer ejercicio me ayudó mucho a aclarar mis pensamientos», explica. «Cuando los médicos me dijeron que podía caminar, me sentí muy liberada. Con el tiempo, pude correr por mi barrio. Este otoño corrí una carrera de 10 km».
La música también se convirtió en una parte fundamental de su recuperación. «La música me ayudó a decir palabras en voz alta y fue una forma divertida de recuperar mi fuerza cognitiva. Me encantan muchos géneros, desde el pop, el rap y los musicales de Broadway».
Por último, su tía abuela le regaló el libro My Stroke of Insight, de Jill Bolte Taylor, superviviente de un ACV, neuroanatomista formada en Harvard y escritora. Hannah cree que los supervivientes de un ACV y sus cuidadores deberían leerlo para comprender la neuroplasticidad, la capacidad del cerebro para curarse y adaptarse. El libro explica cómo los supervivientes pueden mejorar su bienestar y recuperar el control de sus vidas. También lo recomienda a todo el mundo, ya que ofrece poderosas perspectivas sobre el funcionamiento del cerebro y su estrecha relación con nuestra salud mental y emocional. Anima a los lectores a aprovechar el poder de su propia mente para favorecer la curación y el crecimiento personal.
El camino de esta superviviente es un viaje de coraje, tenacidad y crecimiento. Su historia nos recuerda que, incluso en los momentos más difíciles, la curación es posible, y que la comunidad, la terapia y la mentalidad pueden marcar la diferencia.